Publicado por José
Enrique Zaldívar Laguía on 1/02/07
La obesidad es uno de
los trastornos nutricionales más frecuentes que se producen en los perros. La
tasa de incidencia se sitúa entre el 24-34% en adultos. La razón parece clara y
se relaciona con el estilo de vida sedentario que se ha convertido en una
norma, más que en una excepción. Además, el aporte de alimentos muy sabrosos y
energéticos contribuye a aumentar el desequilibrio energético que conduce a la
obesidad.
La obesidad se define
como la acumulación excesiva de grasa en las zonas de depósito de tejido
adiposo. Un exceso de peso igual o superior al 20% indica, generalmente,
obesidad. Estos perros obesos tienen mayor riesgo de presentar trastornos
crónicos de la salud, como desarrollo de hiperinsulinemia, intolerancia a la
glucosa y diabetes.
La obesidad también contribuye al desarrollo de enfermedades pulmonares y cardiovasculares. El exceso de peso fuerza el sistema circulatorio, al producir un aumento del trabajo cardíaco necesario para la perfusión de una mayor masa corporal. Este incremento del trabajo cardíaco puede producir un esfuerzo adicional en un corazón ya debilitado por la infiltración de grasa. Los efectos físicos de tener que cargar con un exceso de peso también contribuyen a la intolerancia al calor y al ejercicio, a trastornos artículares y locomotores, y al desarrollo de artritis. Los perros obesos tienen un riesgo quirúrgico y anestésico aumentados, presentando una mayor morbilidad y mortalidad después de una intervención quirúrgica.
Básicamente, la
obesidad es un aumento de la cantidad corporal de grasa, originado por un incremento
aislado del TAMAÑO de las células grasas(obesidad HIPERTROFICA) o por el
aumento del NÚMERO de las células grasas(obesidad HIPERPLÁSICA). Los perros que
desarrollan una obesidad de este último tipo son más difíciles de tratar y
presentan un peor pronóstico a largo plazo.
En el desarrollo de
la obesidad es sumamente importante lo que ocurra durante las fases o etapas
iniciales del crecimiento y ocasionalmente durante la pubertad. Podemos decir
que si “criamos” un cachorro “gordo”, tendremos un adulto “gordo”. Una vez se
llega a la edad adulta el número de adipositos (células grasas) normalmente no
suele aumentar más. Podemos razonar entonces, que una sobrealimentación durante
la edad adulta provocará un AUMENTO DEL TAMAÑO de las células grasas, pero no
una modificación del número de estos. Podemos decir por tanto, que la obesidad
en adultos raramente se deberá a un aumento de adipositos, sino más bien al
aumento de su tamaño.
Lo que si está claro es que en cachorros y perros jóvenes un exceso de nutrición sí provoca un aumento en el número de células grasas, y del contenido de grasa corporal durante la edad adulta. Un número aumentado de adipositos, produce por tanto, una mayor predisposición a la obesidad en la edad adulta y, a la vez, una mayor dificultad para mantener la pérdida de peso conseguida.
FACTORES QUE
CONTRIBUYEN ALA OBESIDAD
-Factores endógenos
Edad, sexo y estado
reproductivo.
Presencia de
alteraciones hormonales o lesiones hipotálamicas.
Predisposición
genética.
-Factores exógenos
Nivel de actividad
voluntaria
Influencias externas
en el consumo alimentario
Composición dietética
y sabor agradable
Situación ambiental y
estilo de vida.
La causa subyacente
fundamental en todos los casos de obesidad es un desequilibrio entre el consumo
y el gasto energético, que conduce a un exceso calórico persistente.
Inicialmente el exceso de calorías se acumula en forma de grasa, produciendo un
aumento de peso y cambios en la composición corporal. Además el exceso de peso
en un perro puede deberse a diversos factores que actúan de manera simultánea.
Muchos casos de
obesidad se producen por un exceso de alimentación, ejercicio insuficiente o
ambos, pero estos hechos pueden verse influidos por alteraciones externas o
internas. Por ejemplo, un perro puede consumir una dieta excesiva debido a que
el alimento que se le administra es muy sabroso y con una densidad calórica
alta (estímulos exógenos). Por otra parte, la causa podría tener un origen
endógeno si la ingesta excesiva se debe a lesiones a nivel del centro de la
saciedad localizado en el hipotálamo.
El consumo energético
de un perro está supeditado a tres factores: metabolismo basal (MB), actividad
muscular voluntaria y termogénesis inducida por la alimentación. Un cuarto factor
sería la termogénesis adaptatíva aunque no se conoce su importancia en los
animales domésticos. Es importante que sepáis que un metabolismo anormalmente
bajo no implica aumento de peso. De hecho el MB en la mayoría de los obesos es
mayor que en los perros con peso adecuado.
La disminución de la
actividad voluntaria es el factor más importante que contribuye a reducir el
consumo energético en los animales de compañía con sobrepeso. En la actualidad,
muchos perros se utilizan como animales caseros y de compañía que como ayuda
para el trabajo de sus propios dueños. En animales normales, con un nivel de
ejercicio moderado, la actividad física representa aproximadamente, un 30% del
consumo energético corporal total. El descenso de la actividad voluntaria ocasiona
una reducción directa del consumo energético, afectando también a la ingesta
dietética diaria del animal. Diversas investigaciones han concluido que,
habitualmente, los animales sedentarios consumen más alimento y ganan más peso
que los animales con un nivel de actividad moderado. Al parecer, la inactividad
por debajo de un determinado nivel no puede compensarse completamente por una
adecuada disminución de la ingesta alimentaría. Así, los perros que mantienen
una actividad igual o inferior a dicho nivel mínimo consumirán una alimentación
superior a sus necesidades energéticas e, inevitablemente, ganarán peso.
Los trastornos
endocrinos que influyen en el peso corporal son el hipotiroidismo (El Gran
Imitador) y el hiperadrenocorticismo. En el caso del primero, la disminución
del MB que sufren los perros afectados por esta enfermedad podría predisponer a
la obesidad. Lo cierto es que como comenté en su momento, cuando hablé de la
enfermedad en la revista, ésta conclusión no está nada clara. Podríamos decir
que el hipotiroidismo es tan sólo responsable de un pequeño porcentaje de los
casos de obesidad franca en estos animales.
El Síndrome de
Cushing o hiperadrenocorticismo, del que también hablé en su momento en esta
revista, si puede producir obesidad franca en el 50% de los perros que lo
padecen, aunque muchos de vosotros consideráis como obesidad la presencia de un
abdomen dilatado que es típico de esta enfermedad.
Los perros castrados
tienen una mayor tendencia a la obesidad que los que no se castran. Diversos
estudios han demostrado que los machos y hembras castrados son más propensos a
desarrollar sobrepeso. Habitualmente los veterinarios os aconsejan castrar a
vuestros compañeros antes de que alcancen la madurez sexual, es decir entre los
seis meses y el año. En este periodo es cuando se produce un descenso natural
de la tasa de crecimiento del animal y de sus requerimientos energéticos. Si no
sois conscientes de este cambio y mantenéis la misma pauta de alimentación, se
puede originar un sobrepeso. Por eso, es recomendable seguir estrictamente las
tablas que todos los fabricantes de piensos colocan en sus comidas. No cuesta
mucho darse cuenta de que a partir de los seis u ocho meses la cantidad en
gramos de comida que recomiendan por día es menor que la que recomendaban para
meses anteriores. Debido a que la castración en ambos sexos frecuentemente se
realiza antes de la madurez, los cambios a nivel sexual pueden ser erróneamente
atribuidos al aumento de peso que, en realidad, es el resultado de la disminución
de las necesidades energéticas y de una ingesta excesiva.
Es lógico pensar que
si un perro disminuye de forma natural su nivel de actividad al alcanzar la
madurez, pero sigue consumiendo la misma cantidad de alimento, se producirá un
aumento de peso.
Debéis saber que, por
ejemplo, durante el periodo de celo muchos animales disminuyen espontáneamente
la ingesta alimentaría , atribuyéndose dicho cambio a los estrógenos, una
hormona sexual femenina. Del mismo modo muchas hembras que después del celo
manifiestan embarazos psicológicos, dejan durante este periodo de ingerir las
cantidades de alimento que consumían normalmente. En estudios realizados se ha
demostrado que las hembras castradas aumentan considerablemente su peso y
consumen mayor cantidad de alimento. Los autores de estos estudios atribuyen
las diferencias de peso entre las hembras castradas y las no castradas al
aumento de la ingesta alimentaría y al descenso de la actividad voluntaria.
Otro dato que no
debemos pasar por alto es que los requerimientos energéticos diarios para un
perro de siete años de edad y tamaño medio disminuyen hasta un 20% con respecto
a cuando era un adulto joven. Si con la edad la ingesta dietética no decrece
proporcionalmente a los requerimientos energéticos del animal, esto conducirá a
un aumento de peso.
Por otro lado, el
hecho de que determinadas razas de perros presenten una incidencia
desproporcionadamente alta de obesidad indica que los factores genéticos pueden
jugar un papel importante en estos. Ha consecuencia de esto ha surgido la
hipótesis de que esta tendencia genética era importante para la supervivencia
del perro en su vida salvaje, ya que se ha visto que aquellos animales que
acumulan eficazmente un exceso de energía, como es la grasa, toleran mejor periodos
largos de privación dietética.
Los factores externos
que afectan a la ingesta alimentaría incluyen estímulos como el sabor del
alimento, su composición y textura, y el horario y situación ambiental de la
alimentación. De estos factores el más importante es del sabor, ya que puede
llevar a una ingesta excesiva. Muchas veces, vosotros seleccionáis la comida de
vuestro perro en función de su aspecto y de la aceptación, sin plantearos si
está bien o mal formulado.
Al alimentar a
vuestro perro con estos sabrosos alimentos “ad livitum”, lo único que estáis
haciendo es fabricar un perro “gordo”. Debemos comentar además la costumbre de
añadir los sobrantes de las comidas, lo que ayuda aún más a la aparición de
sobrepeso. Las comidas con un alto porcentaje de grasa son las más sabrosas, lo
que hace que muchas veces vuestro perro consuma más de lo que necesita. El
problema no sería tal si ese exceso de ingestión se realizara en dietas con un
alto contenido de carbohidratos o de proteínas mucho más fáciles de metabolizar.
Por tanto, si un animal consume una dieta determinada en cantidad superior a
sus requerimientos calóricos, y este exceso de calorías es en forma de grasas,
ganará más peso que si el exceso de calorías consumidas proviene de hidratos de
carbono o de proteínas.
El diagnóstico de la
obesidad debe incluir una exploración física, para valorar la presencia de
edemas, ascitis, hipotiroidismo, hiperadrenocorticismo, o diabetes mellitus. El
método más exacto para llevar a cabo el diagnóstico es el cálculo del
porcentaje de grasa corporal. El uso de ultrasonidos para medir la cantidad de
grasa subcutánea es un método rápido y no invasivo. El método más practico, es
la palpación del tórax y del abdomen inferior, valorando el grosor del tejido
celular subcutáneo. En los animales delgados veremos las costillas a simple
vista. En un perro con un peso normal, las costillas se verán discretamente y
podrán palparse con facilidad. Por el contrario en un animal con sobrepeso, la
caja torácica no será visible a la exploración y, a la palpación, presentara un
exceso de grasa subcutánea. Por último en el caso de que no sea posible palpar
las costillas, se diagnosticará una obesidad importante.
PERRO DELGADO: Las
costillas, vértebras lumbares y huesos de la pelvis se ven a simple vista. Hay
ausencia de grasa palpable. Curvatura abdominal y cintura muy marcadas.
PERRO CON BAJO PESO:
Costillas fácilmente palpables y cubiertas por muy poca grasa. Desde la parte
superior, se aprecia fácilmente la cintura. La curvatura abdominal es evidente.
PERRO CON PESO
NORMAL: Costillas palpables y sin exceso de grasa subcutánea. Desde la parte
superior, la cintura se aprecia detrás de las costillas.
PERRO CON EXCESO DE
PESO: Costillas palpables con discreto exceso de grasa subcutánea. A la
inspección superior, la cintura es visible pero no marcada. La curvatura
abdominal está muy poco marcada.
PERRO OBESO:
Costillas no palpables por debajo de una gran cantidad de grasa subcutánea.
Depósitos de grasa visibles en la región lumbar y base de la cola. Cintura muy
poco aparente o no visible. Curvatura abdominal ausente(puede existir
distensión abdominal importante.
El tratamiento de la
obesidad, consiste a corto plazo en reducir la reserva de grasa corporal. Lo
podemos conseguir mediante la restricción de la ingesta dietética, aumentando
el gasto energético o combinando ambos métodos. A largo plazo nos debemos
plantear que cuando el perro ya ha recuperado su peso ideal, debe mantenerlo.
El programa de
pérdida de peso debe conducir a que el perro pierda el suficiente peso como
para apreciar un cambio a las pocas semanas, pero disminuyendo al máximo la
sensación de hambre y la pérdida de tejido magro corporal. Lo ideal es que el
perro pierda entre un 1 y un 3% del peso corporal total, según el grado de
obesidad, la edad y la situación clínica del animal.
Ejemplo: Un perro
cuyo peso ideal sea 25kg y pese 30kg debería perder entre 0,3 y 0,9kg por
semana.
Cualquier programa de
reducción de peso debería incluir tres aspectos importantes, cambio de la
conducta alimentaría, ejercicio y modificaciones dietéticas. El cambio de las
conductas, incluyen tanto las de vosotros como propietarios, como las del
perro.
Se trata de hacer
desaparecer los hábitos negativos, como dar restos de comida, dar dietas
energéticas y muy sabrosas, no dejar que el perro pida comida, y no darle con
demasiada frecuencia galletas para perros. El perro debe estar lejos de la
cocina mientras se prepara la comida y fuera del comedor cuando se come y
utilizar más las caricias como premio que las “chucherias”. De que cumpláis
estas recomendaciones dependerá en gran medida el éxito del programa. Sé, por
experiencia que los fracasos resultan de vuestra escasa voluntad para llevarlos
a cabo, aunque a veces opinéis que es culpa del alimento que vuestro
veterinario ha recomendado.
El ejercicio es
fundamental. Se ha comprobado que durante un ejercicio moderado pero
importante, la ingesta calórica varía proporcionalmente con el gasto
energético, mientras que la disminución de la actividad hasta un nivel
sedentario produce un aumento de la ingesta alimentaría y un aumento de peso.
Debe quedar claro que el aumento del ejercicio debe ser progresivo. Por ejemplo
podéis empezar con veinte minutos, tres a cinco veces por semana e ir aumentando
el tiempo y la intensidad a medida que vuestro perro vaya perdiendo peso y que
su tolerancia la ejercicio sea mayor. Ahora que estamos en verano y que al
mirarnos al espejo, pensamos en adelgazar para ponernos el bañador y estar
“presentables”, os ruego que no incluyáis a vuestro perro en vuestro programa
de reducción de peso. Me explico: he conocido casos de perros que han muerto
por un sobreesfuerzo al ser sometidos a las sesiones de footing o bicicleta de
sus dueños, de cara a lucir sus cuerpos en las playas. Mucho cuidado con esto.
De cualquier manera
la dieta es el factor más importante. Habitualmente, aportando una dieta que
contenga entre un 60 y un 70% de las calorías necesarias para mantener el peso
corporal actual, se consigue una pérdida de peso adecuada. En algunos casos
podemos llegar a reducir el aporte energético hasta un 40% de las calorías
necesarias.
Existen en el mercado
numerosas dietas adecuadas para la pérdida de peso. Todas estas dietas tienen
reducido el contenido de grasas. Sin embargo, estas dietas presentan
diferencias significativas en el contenido de fibra no digestible, hidratos de
carbono hidrolizables y proteínas. Algunos productos sustituyen la grasa por
hidratos de carbono digestibles, y otros contienen grandes cantidades de fibra
no digestible. Lo que deberéis tener en cuenta, es que al principio vuestro
perro estará más hambriento de lo normal.
Una vez que se haya
conseguido dejar al perro en su peso ideal, deberán mantenerse los hábitos
dietéticos y el ejercicio del animal establecido durante el tratamiento de la
obesidad. La dieta utilizada hasta ese momento, será sustituida por una dieta
de mantenimiento para adultos completa y equilibrada. Los malos hábitos que
llevaron a vuestro perro a ser un “gordo” no deben volver.
Por tanto y como
conclusión depende de vosotros que vuestro perro adelgace y, lo más importante,
de un cachorro sobrealimentado, surgirá, sin duda, un adulto “torpe”y
sedentario.
José Enrique
Zaldívar.
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